ALEXANDRA ESCOBAR AILLON

Nació en Bogotá en agosto de 1.970. De familia popular bogotana y segunda hija de cuatro hermanos. Desde niña dio muestras de su interés por las expresiones artísticas, fue siempre la encargada en su casa, con sus familiares, amigos, vecinos y compañeros del colegio de divertirlos y alegrarles la vida, a través del canto, las imitaciones, la danza, los juegos e historias que recreaba desde lo más profundo de su imaginación.

Llega la adolescencia y hay que planear el futuro, ojala promisorio, con una profesión que le proporcione un “mejor futuro”, por su cabeza comienza a rondar la idea, consiente de ser actriz, de estudiar teatro, no importa si es promisorio o no, es lo que le “suena”, lo que intuye, lo que siente, lo que le gusta.

No será sino hasta cuando tiene la oportunidad de asistir a una obra de teatro profesional durante el II Festival Iberoamericano de Teatro, con el grupo canadiense, Carbono 14, con la Obra Hamlet Machine, de Heiner Muller, donde descubre que a eso es a lo que quiere dedicarse en su vida, al Teatro.

Inicia sus estudios de teatro en la Escuela Distrital Luís Enrique Osorio en el año de 1.989 hasta 1.991, época en la que decide que la academia no le va a resolver lo que la práctica y la dedicación a un oficio sí, convertirse en actriz haciendo obras.

Durante nueve años tendrá la oportunidad de trabajar de manera independiente con diversos proyectos importantes en la escena colombiana, que le darán una experiencia significativa en la práctica del oficio como actriz y como hacedora del teatro.

En 1.998 ingresa al Teatro la Candelaria con la idea de tener una experiencia más que le ayude en su formación artística, sin embargo la perspectiva que le ofrece el grupo es mucho más significativa que la simple experiencia actoral, allí descubre todo un universo de posibilidades donde la investigación, la experimentación y la creación le muestran la complejidad del arte del teatro.

De la mano del maestro Santiago García, quien le muestra un panorama amplio que trasciende el límite del teatro hacia el terreno del Arte y su sentido profundo en la condición humana; de la reflexión de la vida y de la realidad que se vive en el país que se habita y su compromiso de hablar de esa realidad desde el plano de la fantasía que representa el teatro; de la disciplina y el rigor que exige la dedicación a este oficio, porque “si se sabe lo que se quiere hacer ¿para qué se hacerlo?” descubre su verdadero compromiso con el teatro, con el arte y con la vida.

Con El Quijote (2.000) que es la primera obra en la que participa en el grupo como actriz y creadora del espectáculo, conoce el significado de la utopía, de perseguir los sueños y de no ceder por nada ante ellos. Con De caos y deca caos (2.002) tiene su primera experiencia como creadora y autora en el complejo experimento que significa la creación colectiva. En Nayra, la memoria (2.004) hace su aporte al concebir el espacio matriz que albergará la puesta en escena de la obra en un montaje magistral que construye Santiago García a partir de los materiales aportados por el colectivo al proceso de creación, también colectivo. En Antígona (2.006) participa nuevamente como actriz, pero en esta ocasión es Patricia Ariza quien dirigirá el proyecto, desde luego la búsqueda del espectáculo se hace de manera colectiva. En A título personal (2.008) presenta, de forma sencilla y personal, lo que concibe de las relaciones entre hombres y mujeres tan complejas en estos tiempos. En A manteles (2.010) plantea su posición frente a la crisis del arte y la necesidad de buscar nuevas formas expresivas que permitan ver la realidad por algún lado. Si el río hablara (2013), Camilo (2015), Refracción mientras no se apague el sol (2018)

El Teatro la Candelaria ha significado para Alexandra Escobar un espacio de formación, de búsqueda, de indagación de nuevos lenguajes, de formas expresivas del teatro, no solo como actriz sino como creadora; ha significado haber sido contagiada por el maestro Santiago García sobre las implicaciones que tiene ser artista en nuestros tiempos y en nuestro país; significa poder compartir con los compañeros, colegas que no solo le enseñan sobre el teatro sino sobre la complejidad de las relaciones humanas, pero ante todo tener el privilegio de hacer parte de la construcción de la historia del teatro colombiano.